Son las 00’30 del sábado y la muchedumbre ya se agolpa en la cola que se extiende a lo largo de toda la calle. Alemanes, ingleses, españoles, italianos… todos unidos por un mismo deseo: recibir un SÍ en la entrada de Berghain.
Aunque llevo casi 5 meses en Berlín y ya habían sido muchísimas la voces que me alentaban a ir a uno de los clubs más legendarios de esta ciudad, el casi imposible acceso a su interior resonaba demasiado fuerte en mi cabeza y terminaba desistiendo en el intento.
He de admitir que hacer cola para entrar a una discoteca no va mucho conmigo, y menos si durante el tiempo de espera, debes simular más bien que vas a un velatorio en lugar de a una macrofiesta. Aunque si el final es feliz, poco se termina acordando uno del largo tiempo de espera.
He aquí el gran problema de Berghain. Nadie te garantiza un final feliz. Es más, lo más normal es que tras una o dos horas de cola, sin ninguna razón, criterio ni explicación seas rechazado y debas irte con el rabo entre las piernas en busca de otro sitio donde correr mejor suerte.
Pero si, por el contrario, el Dios que decide los afortunados que entraran, cree que esa noche mereces pasar, debes estar preparado para vivir una experiencia TOTAL!!! Una vez dentro el tiempo se detiene y solo puedes gozar durante horas y horas de las ondas sonoras que desprende el impresionante equipo de sonido del lugar.
Merece la pena la incertidumbre, el frío, la espera…? Yo creo que sí, si no entras siempre puedes irte a otro sitio. Eso sí, si vais el domingo por la mañana, vuestras probabilidades de éxito aumentarán considerablemente. ¡Nos leemos!