Ibiza, I miss you… fue uno de mis posts en el que relataba las bondades de la isla blanca y cómo la añoraba estando aquí en Berlín. Por eso me gustaría hacer lo mismo con la ciudad en la que me he criado y que para mí, es una de las más bonitas de España: Valencia.
Valencia es una de las joyas tapadas del mediterráneo. Sus políticos han intentado crear una imagen de la ciudad grandilocuente y megalómana, cuando en realidad la esencia de Valencia está en las pequeñas cosas. En esos pequeños rincones que esconde la ciudad y que son capaces de asombrar hasta a el más asiduo.
Con una gastronomía rica y variada, comerse un arroz en la albufera es algo sagrado para cualquier persona que visite la ciudad. Paella, arroz a banda, arroz negro, arroz con bogavante, arroz del señoret… las variedades son casi infinitas, pero el resultado final siempre será el mismo: satisfacción absoluta del comensal.
La Marina Juan Carlos I, totalmente remodelada para la disputa de la Copa de la América y la Ciudad de las Artes y las Ciencias son dos de esos proyéctos faraónicos que alberga Valencia, pero que se han convertido en visita obligada.
No obstante, un paseo por el viejo cauce del río Turia, o visitar el centro antiguo situado en el barrio del Carmen seguramente terminen proporcionando al visitante una imagen de lo que es y ha sido Valencia.
También las fallas. Cada marzo, las calles de Valencia pasan a ser museos de auténtico arte por unos días. Arte que cada 19 de marzo es quemado para que pueda dar paso a las creaciones del año siguiente.
Para terminar el post me gustaría incluir un enlace de un vídeo que grabaron unos turistas italianos hace unos meses cuando estuvieron de vacaciones en la ciudad. Ahora mismo, yo no paso más de 20 días al año allí, y os puedo asegurar que el vídeo me emocionó y me trajo a la mente un montón de buenos recuerdos. Espero que os guste tanto como a mí. ¡Nos leemos!